domingo, 22 de mayo de 2011

RECETAS Y ESTRATEGIAS POLÍTICO-CULINARIAS

Hace pocos días, el Presidente de la República, Alan García, pareció ser uno de los participantes de aquel programa radial denominado “Los que más saben”. Por sus respuestas al ícono de la cocina peruana de los últimos tiempos, Gastón Acurio; trató de subestimarlo y marginarlo, restándole importancia a sus comentarios sobre el debate de los transgénicos que actualmente está jugando su papel casi protagónico en pleno proceso de la Segunda Elección Presidencial.
Bien pudo haber dicho Alan García: “Zapatero, a tus zapatos”, como bien pudo haberse dicho hace décadas atrás en esta misma república, “mujer, a la cocina”, “analfabeto a la chacra”, “burro, a tu pasto” o “herrero a tu yunque”. Acurio, es un compatriota y un artista de la cocina; un especialista culinario que ha logrado un reconocimiento dentro y fuera de nuestro país. Pero, antes que todo ello, es un ciudadano peruano. Es un ciudadano. Por lo tanto, sería un suicidio político olvidar que “Es nulo y punible todo acto que prohíba o limite al ciudadano el ejercicio de sus derechos”. (Artículo 31º de la CPP).
Y pese a quien le pese, gracias al esfuerzo de todos quienes habitamos en este país; esfuerzo dirigido a consolidar la democracia —como régimen de gobierno y como estilo de vida—, en este país, a los ciudadanos y ciudadanas nos asiste los mismos derechos, en condición de tales. Más aún, cuando de por medio está en juego la toma de decisiones políticas destinadas a regular nuestras vidas, nuestro consumo, nuestro futuro, o nuestros anhelos.
De lo contrario, como los analfabetos “no saben” —ello, dirían muchos, sin tartamudear—; entonces, que no voten. Quizá, muchos peruanos o peruanas, seguros de “saber” más que los demás, no dudarían en promover, nuevamente, una legislación que facilite o permita sólo el sufragio de los profesionales. Porque muchos, aún en estos tiempos de incertidumbre y donde la ciencia no es más que una mera manera, entre tantas otras, de “conocer” la realidad, asumen con ego hinchado y soberbia, que “sólo los profesionales salvarán al Perú”.
La respuesta de Gastón, fue asertiva y precisa: “Tener el ego elevado no está bien. Tener el ego colosalmente elevado está pésimo. Pero tener el ego colosalmente elevado y ser líder de un país, eso está muy mal”. Es obvia la alusión, también el ninguneo. Alan García, después lo precisó. “Yo, no ninguneo a nadie”, dijo. Pero antes, ya había metido la pata (“la cuchara en la cocina de Gastón”, dirían algunos); “me gustaría que sobre el tema hablen los técnicos, los que saben, los biólogos, los agrónomos, esos son los que saben”.
Para el Jefe de Estado, como para otros de su comunidad, puede que el mundo se divida entre los que “saben” y los que “no saben”. Si ello es así, han hecho de la ciencia un dogma, y de ahí hay un paso para alcanzar la soberbia, la tiranía y toda otra degradación de la convivencia social, en nombre de la “razón” y el “empirismo”.
Puede ser que Alan García “sepa más” que cualquier otro peruano que nunca ha sido Jefe de Estado. Sabe tanto que se ha conferido la facultad de patear a quien camina en su delante, o de abofetear a quien se le ocurre vociferar sus pensamientos o percepciones de la política y los políticos peruanos.
Sabe tanto que es capaz de reconocer la paja en el ojo ajeno, y de identificar a todo aquel que no concuerda con su pensamiento, como su enemigo, enemigo del país, y hasta de su partido. Sabe tanto que ha olvidado que en este país, toda persona tiene el derecho fundamental de “participar, en forma individual o asociada, en la vida política, económica, social y cultural de la Nación” (Constitución Política; artículo 2º, inciso 17).
Negarle a una persona peruana que opine sobre un tema que involucra la toma de decisiones políticas, o solicitarle que “mejor, no hable”, y sostener aquello en la creencia o presunción que “sabe” o “no sabe”; es una actitud que revela apresuramiento o desesperación por guiar el curso de una situación, en una dirección determinada.
El debate sobre la recepción o no de los productos transgénicos en nuestro país, va más allá de la validez o no de las teorías científicas sobre ellos. No está en discusión si un producto mejorado genéticamente, es más saludable o no que un producto que no lo es; o sí resulta más económico o no. En esta pelea y de lo que ella resulte, se compromete el mercado interno de los productos no transgénicos; la situación laboral o la principal actividad económica de aquellos compatriotas que se dedican a su cultivo y producción; la canasta básica de alimentos de las familias rurales; entre otros temas, por ejemplo.
Algo similar sucede con los hechos relacionados a la exploración y explotación mineras. El fenómeno denominado “licencia social” implica un esfuerzo por ir más allá del permiso o la aceptación a las actividades extractivas por parte de la población afectada. Tiene que ver con que la población afectada o involucrada en ello, entienda y analice todo lo que implica una actividad extractiva; sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Sus efectos en el ecosistema, en la salud de las personas, en el estilo de vida, etc.
Y si de cocina se trata, quién puede ser mejor cocinero que un candidato en campaña. Un candidato que, junto a sus consejeros y asesores, noche tras noche, día tras día, elabora recetas casi mágicas y cocina las estrategias con un olfato bastante afinado para dar en el gusto del electorado. De un electorado cada vez más exigente, exquisito e impredecible.
Quizá, Alan García, en su condición de gobernante saliente, se halla alejado de las habilidades culinarias que demandan la elaboración, planificación, organización y ejecución de las estrategias proselitistas. Y nadie, en su sano juicio, se atrevería a solicitarle a un candidato en campaña, que deje de bombardear las mentes de los electores con sus productos agridulces. Promesas, sueños e ideas, que quitan el apetito y eliminan toda esperanza de mejora.
Mientras tanto, Keiko oferta diariamente nuevos productos que para muchos se cocinan en algún rincón de la reclusión de la DIROES; y Ollanta, cada día menos calmo, parece mostrar que las recetas se le han terminado, dado que sus chefs ya probaron todas las alternativas, y sólo se han quedado con la sal.
La tarea es difícil, sobre todo para los organismos electorales, especialmente para la ONPE y el JNE. ONPE, en cuanto a la garantía de un proceso electoral transparente y confiable; y el JNE, velar por el cumplimiento de las normas electorales, básicamente, las referidas a la neutralidad que debe asumir toda autoridad y representante político; así como lo referido a la publicidad estatal. Un presidente regional ya ha sido sancionado por ello; otras autoridades, se están librado. El JNE, puede actuar de oficio, porque son conductas visibles desde cualquier ángulo o tribuna. El cumplimiento de la ley, es tarea de todos y de todas.

viernes, 20 de mayo de 2011

MEJORANDO MI PRÁCTICA PEDAGÓGICA

Por ejemplo, si durante 4 sesiones de aprendizaje he tratado los diversos enfoques teóricos del aprendizaje, utilizando medios y materiales educativos que he considerado pertinentes y eficientes para facilitar la construcción de nuevos aprendizajes, empleando metodologías participativas, promoviendo el trabajo grupal y la participación individual a libre disponibilidad; pero en la quinta sesión se me ocurre evaluar oralmente sobre dicho tema, y observo que pocos, muy pocos de los participantes (estudiantes, alumnos, aprendices, discentes, etc.) han logrado construir una noción más o menos aproximada que resuma o asuma el postulado de alguna de las teorías tratadas; lo primero que podría pensar es que, son malos estudiantes, irresponsables, desinteresados en la temática, indiferentes, entre otras cosas.
La tradición, la costumbre, la idiosincrasia del ejercicio docente o la autoestima, en mi caso, pueden empujarme hacia esas reflexiones que sólo sostienen deficiencias o responsabilidades en el logro de nuevos aprendizajes, en los estudiantes. Y todo lo que con ellos se relaciona o vincula: familia, amigos, iglesia, trabajo, etc. Así es la forma cómo trato de explicar las dificultades para entender la información que les he proporcionado.
Sin embargo, desde la metodología de la investigación-acción (que también se conoce como investigación en el aula, investigación de la práctica, reflexión práctica, investigación crítica, etc.), me corresponde dirigir mis esfuerzos por entender tan serias limitaciones, hacia mi práctica pedagógica. Hacia mi ejercicio docente, hacia los medios y materiales empleados, hacia la estrategia aplicada (métodos, técnicas, instrumentos). Me corresponde iniciar un ejercicio de autorreflexión y autoevaluación de mis actividades docentes en el aula, y todo lo que ellas implican: discursos, gestos corporales, presentación personal, creencias, sesgos, fobias, etc.
Mi actitud hacia la admisión de la necesidad de mejora y cambio, en algún aspecto de mi ejercicio docente, es el punto de partida para el inicio de una investigación sobre él. Reconocer que algo en mi práctica docente adolece de deficiencias e ineficacias, ¡ojo!, frente a ese grupo de estudiantes que ha manifestado dificultades para el logro de nuevos aprendizajes. ¿Por qué? Porque puede suceder que esa práctica docente que ha demostrado ser inútil frente a ese grupo humano, puede resultar ser una práctica altamente efectiva y eficaz, frente a otro grupo humano.
En consecuencia, asumiré y priorizaré la necesidad de buscarle posibles alternativas de solución. Solución que necesariamente está constituida por acciones y actividades. Es mi práctica pedagógica la que necesita un cambio, entonces, será otra práctica la que pretenda mejorarla, cambiarla o sustituirla. Es ésta práctica, denominada práctica pedagógica alternativa, que resultará, obviamente, de la aplicación de la metodología investigativa sobre la acción. Antes de su aplicación es una propuesta de acción; esto es, una hipótesis de acción.
Cuando empecé a sentir la preocupación por mejorar mi práctica pedagógica, ¿cómo lograr que mis estudiantes reflexionen sobre los diferentes enfoques teóricos sobre el “aprendizaje”?, por ejemplo, sería mi idea general. Mi objeto de estudio o mi problema de investigación. De pronto imagino que “implementando juegos de roles y sociodramas en las sesiones de aprendizaje, facilitaré la reflexión y la participación crítica sobre los diversos temas que trataré en las aulas”. Esta opción o situación futura que me permito imaginar, es mi hipótesis de acción.
Es necesario entender que la formulación de la idea general, los objetivos, la hipótesis de acción, e incluso el título del proyecto, así como otros ítems del diseño de la investigación, pueden estar escritos de manera sencilla y coloquial; de preferencia, en primera persona. Ello facilitará el desarrollo y ejecución de cada una de las actividades destinada a incorporar cambios y mejoras en mi práctica pedagógica.
Cuando investigamos en la acción, en cierta manera, se trata de asumir una lucha firme y decidida contra la tradición positivista que hemos heredado. Por ejemplo, considerar que el diseño de la investigación, no sólo es primero, sino, tiene que estar “bien” hecho; o que las hipótesis de acción se someten a prueba, verificación o contrastación; o que los objetivos no pueden modificarse en el proceso, mucho menos, sustituirse; o que el titulo del proyecto, desde un primer momento, necesita estar definido. Romper estos esquemas positivistas, constituye también un punto de partida para la investigación-acción.

viernes, 13 de mayo de 2011

LAS HIPÓTESIS DE ACCIÓN

Cuando Juan Pérez, docente de educación primaria, para que sus estudiantes le presten atención y no se duerman en sus sesiones de aprendizaje, ha considerado la aplicación de estrategias participativas; lo que ha hecho, es, construir su hipótesis de acción. “La implementación de estrategias participativas, en mis sesiones de aprendizaje, permitirá que mis alumnos del 5º grado, sección B, presten atención y participen durante todo el tiempo que estoy con ellos”.
Podría ser que Juan Pérez ha considerado las estrategias participativas, porque algún día escuchó hablar de ellas o algún colega las nombró en los coloquios que mantienen a diario; pero, realmente, él ignora esas estrategias. ¿Cuántas son?, ¿cómo se llaman?, ¿en qué consisten?, ¿cómo se aplican? Pero, como las hipótesis de acción constituyen el motor de todo el proceso de investigación acción, es necesario construirlas, a fin que guíen y orienten las actividades que se ejecutarán con el objetivo de solucionar (transformar, modificar, sustituir) la situación inicial, considerada un problema.
Sin hipótesis de acción, no hay propuesta de acción. ¿Por qué?, porque la hipótesis de acción, es una propuesta de acción. Es una acción, un conjunto de actividades, hechos, tareas; que yo, en calidad de investigador o integrante del equipo de investigación, asumo que modificarán la situación inicial considerada un problema. Es el conjunto de actividades que solucionarán mi problema de investigación; problema que convive —ha convivido— con mi práctica pedagógica, y que ahora, yo considero es necesario y urgente solucionarlo.
Entonces, si Juan Pérez no tiene una idea precisa de lo qué son las estrategias participativas, pero las ha tomado como su propuesta de acción, le corresponde investigar sobre ellas. En el proceso, en su práctica, sin interrupciones. Teoría y práctica, van de la mano, alimentándose mutuamente; ello es parte de la investigación acción.
Le corresponde consultar bibliografía especializada en estrategias pedagógicas, por ejemplo. Luego, identificar las estrategias participativas, aquellas que pueden ser aplicadas en una sesión de aprendizaje desarrollada en un aula; después, seleccionar cuál de ellas aplicará. Puede que identifique unas 20 estrategias participativas, pero él sólo considera pertinente para la solución de su problema, aplicar sólo 5. Por lo tanto, selecciona esas cinco estrategias. Una vez seleccionadas, se familiarizará con cada una de ellas, reunirá los recursos pertinentes, los medios y materiales necesarios, etc.
Ahora ya tiene sus estrategias que menciona en su acción propuesta, listas para ser aplicadas. ¿Qué hará ahora? Programará la aplicación de cada una de ellas, de acuerdo a sus sesiones de aprendizaje, evaluándolas en el proceso, y en los resultados logrados. Tendrá que crear indicadores de proceso e indicadores de resultados, que permitirán monitorear su aplicación, paso a paso.
Incluso, puede ser que habiendo seleccionado sólo 5 estrategias; en el proceso de aplicación, considere necesario aplicar otras más. Investigará, identificará, seleccionará y aplicará esas otras más. Todo ello, sin perder de vista el objetivo de su investigación, el mismo que también está inserto en su hipótesis de acción. ¿Cuál es? Es el resultado que espera lograr. (El ¿Para qué?).
“El objetivo fundamental de la hipótesis de acción consiste en mejorar la práctica en vez de generar conocimientos… la mejora de una práctica consiste en implantar aquellos valores que constituyen sus fines; por ejemplo: la ‘educación’ en la enseñanza”, nos recuerda Elliott; igualmente, McKernan, apunta que “Las hipótesis propuestas para resolver el problema de investigación-acción simplemente pretenden contar como ideas ‘inteligentes’, y no como soluciones ‘correctas’”. Podemos sostener, entonces, que una hipótesis de acción “es una idea inteligente para mejorar la práctica”. Sólo ello, una idea. Que guía, orienta, sugiere, insinúa… que ayuda a solucionar nuestro problema inicial.
Es evidente que la investigación-acción constituye una nueva forma de investigación. Es un nuevo paradigma que pertenece a esta época que algunos ya denominan “postpositivista”. Y como dice Gloria Pérez Serrano, es una investigación donde “También debemos recopilar y analizar nuestros juicios, reacciones e impresiones en todo lo que ocurre”. Nuestra subjetividad, y la de los demás, sí importan.

domingo, 8 de mayo de 2011

LOS ANTECEDENTES DE UNA SEGUNDA VUELTA

A menos de 30 días para la realización de la Segunda Elección Presidencial (domingo 05 de junio), cuando la pareja de candidatos han iniciado sus campañas proselitistas, presentándose en varias localidades del país, y los medios y tantos otros voceros, como personajes públicos e incluso representantes elegidos (de salida) y electos (de entrada), han emitido opinión a favor o en contra de alguna de ambas alternativas; la ciudadanía observa el espectáculo que poco a poco va montándose, ofreciendo escenas que van desde las más simples, sanas e ingenuas, hasta las más complejas, mórbidas y deliberadas.
Difícil decisión la que tendremos el 05 de junio, todos los electores habilitados para el sufragio. Después de un 10 de abril donde participamos en la emisión del voto, el 83,7% de la población electoral. 16’699,734 de ciudadanos, de los cuales, sólo el 87,7% decidió emitir un voto válido. Es decir, un voto a favor de alguno de los contendientes, aspirantes a la Presidencia de la República.
Considerando la población total de electores hábiles (19’949,915), menos de las tres cuartas partes (el 73,4%), decidió sufragar a favor de algunas de las opciones participantes. En otros términos, más de 5 millones de ciudadanos con derecho al sufragio, con su inasistencia (3’250,181), con su voto blanco (1’477,696) o con su voto nulo (574,875), manifestó estar en desacuerdo con todas las opciones políticas ofertadas. Más de 5 millones trescientos mil ciudadanos, disconformes con las alternativas políticas que prometen solucionar los innumerables problemas que padece este país desde hace casi 200 años.
Estas cifras se constituyen en razones suficientes para que las dos alternativas aún en competencia, decidan iniciar una profunda reflexión sobre el estado de ánimo de este electorado no muy encantado con las bellezas líricas de nuestra democracia representativa que necesita asentar su legitimidad en los cálculos estadísticos.
Tanto el señor Humala como la señora Fujimori, se enfrentan a la difícil tarea de conquistar la voluntad soberana, aunque solamente la entendamos a partir de las cifras porcentuales que el organismo electoral responsable dará a conocer después del cómputo de los votos. Ambos, tan sólo están empeñados en obtener el 50% más uno de los votos válidos, porque así lo define y lo manda la ley.
Sólo cuentan los votos válidamente emitidos, y asumimos (porque así está normado en nuestra legislación) que quienes integran el bloque denominado “mayoría”, decidirá al próximo Presidente o Presidenta de la República para gobernar a mayorías y minorías por un periodo de 5 años, recargados de esperanzas e incertidumbres. Una imperfección de nuestra democracia representativa, que esperamos, algún día no muy lejano, halle la fórmula mágica que ofrezca un mejor trato a las minorías.
Es un desafío para ambos participantes en la contienda electoral, porque sus votos obtenidos el domingo 10 de abril (la “primera vuelta”), relacionándolos con el total de electores hábiles (aquellos que aparecemos en la lista de electores), constituyen porcentajes reducidos. El señor Humala obtuvo el 31% de los votos válidos; porcentaje que se reduce a un 23% del total de la población electoral (menos de la cuarta parte). Lo mismo sucede con la señora Fujimori: obtuvo el 23% de los votos válidos, que representa el 17% del total de electores (menos de la quinta parte).
Es evidente que las lecturas que podemos elaborar a partir de las cifras que nos ofrece el cómputo de los votos de la primera elección presidencial, son infinitas como infinitas son nuestras intenciones e intereses, en calidad de ciudadanos y ciudadanas que después de varias décadas de experiencias en estas lides, nos acercamos más a la incertidumbre y a los dilemas, que a la fe y a las decisiones firmes.
La televisión es un campo de batalla, al igual que los otros medios de difusión masiva. Últimamente, incorporada en esta competencia, la internet y sus múltiples usos. Los mensajes van y vienen a diario, con una resonancia que no deja espacio para el respiro del aire libre, mucho menos para la reflexión calma y la meditación.
A veces, ante el incesante bombardeo de los mensajes proselitistas, se nos ocurre pensar que la intención es, no incitar a la reflexión y a la decisión lógica, sino, a las emociones y a las decisiones nubladas que de ellas se derivan. Pareciera que el electorado se enfrenta a una emboscada mediática.
Las acusaciones, insinuaciones, refritos, hasta la insania sensacionalista, juegan un papel casi decisivo en esta pelea mediática que rosa todos los extremos de la indecencia, el irrespeto y el descaro. Repetir las frases, las ironías, sentencias y declaraciones sin fundamento, que se dan en el marco de la propaganda electoral de cara a la segunda vuelta, se convierte en una tarea peor que aburrida, además que poco contribuye a fortalecer esa capacidad ciudadana y cívica que a duras penas logramos mantener vigente, después de tantas frustraciones acumuladas en la ciudadanía, y en sus instituciones.
Lo ideal y casi mágico religioso, es esperar que después de la tormenta polarizada que concluirá en la primera semana de junio, tanto ganadores como perdedores, retornen a esa sana cotidianidad de la convivencia democrática, y se integren al esfuerzo colectivo que un país en crecimiento y desarrollo como el nuestro, tanto demanda y necesita.
A la señora Fujimori y al señor Humala, les corresponde en calidad de aspirantes al más alto cargo de la representación política en nuestro país, otorgarse un tiempo para reflexionar qué tanto están contribuyendo a fortalecer esa ciudadanía nuestra que adolece de una enfermedad casi incurable: la indiferencia. La indiferencia ante un país que parece resquebrajarse hasta la desaparición total. Un país visiblemente fragmentado hasta la irracionalidad y la anomia.
Frente a ello, nos queda esperar que el 05 de junio no sea más que una fiebre pasajera, que una vez superada, nuevamente intentemos, peruanos y peruanas, aunar esfuerzos en ese objetivo de construir un nuevo país. Sin divisiones ni competencias polarizadas y polarizadoras. Tarea que compete, no sólo a los gobernantes; sino también, y fundamentalmente, a los gobernados. A todos, y a todas, sin excepción… que, después de todo, continuaremos residiendo en este país.

jueves, 5 de mayo de 2011

LA “IDEA GENERAL” EN LA INVESTIGACIÓN ACCIÓN

“Juan Pérez, docente del 5º grado de primaria, sección “B”, de la I.E. Nº 10007, observa que durante sus sesiones de aprendizaje, la mayoría de sus alumnos, no presta atención, se distraen, y en el peor de los casos, se quedan dormidos”. Esta situación ha sido observada por Juan Pérez, en sus sesiones de aprendizaje. Frente a ello, y desde la metodología de la investigación acción (siguiendo las sugerencias de John Elliot y Stephen Kemmis), el siguiente paso del docente, es plantearse lo siguiente: “Mis alumnos no prestan atención en mis sesiones de aprendizaje. ¿Qué debo hacer para que ellos y ellas presten atención y participen?”.
¿Qué ha hecho Juan Pérez? Ha problematizado su situación observada en aula. Ello consiste en tres pasos muy importantes. El primero, identifica el problema, que también podemos llamar objeto de estudio, o de acuerdo a Elliott, la “idea general”, que será la que guiará todo el proceso de la investigación acción. “Sus alumnos no prestan atención y se quedan dormidos”. El segundo paso, manifiesta su preocupación e interés en solucionar ese problema: “¿Qué debo hacer para que ellos y ellas presten atención y participen?”.
En el interés por solucionar el problema identificado, está implícito el tercer paso. El reconocimiento de que en su práctica pedagógica, algo necesita —y es muy importante— ser mejorado, porque es susceptible de ser mejorado. Con estos tres pasos, se ha dado inicio a la investigación acción, relacionada a la práctica pedagógica de Juan Pérez.
Con la problematización de la situación observada, ha concluido la primera fase del primer ciclo de la investigación acción. Ahora, en la segunda fase de identificación y reconocimiento del problema o de la idea general, están contenidas las propuestas de transformación del problema. Es decir, la propuesta de solución. Esta propuesta de solución, no es, sino, las acciones que ejecutará Juan Pérez para transformar su práctica pedagógica; acciones que supone transformarán su situación problemática, mejorando a la vez, su práctica pedagógica. A esto se denomina: Hipótesis de Acción.
¿Qué es una hipótesis de acción? Es una acción o un conjunto de acciones que, en un determinado periodo de tiempo y simultáneo al desarrollo de su práctica pedagógica —es decir, con la participación de sus estudiantes involucrados—, Juan Pérez, ejecutará. ¿Por qué? Porque Juan Pérez supone, asume, cree, espera, confía, etc., que esas acciones evitarán que sus alumnos no presten atención y se queden dormidos en sus sesiones de aprendizaje.
Entonces, identificado y reconocido el problema, el docente realizará el siguiente ejercicio, en respuesta a la problematización de su situación: “¿Qué debo hacer para que ellos y ellas presten atención y participen?”. Aún en una dimensión interrogativa, Juan Pérez, pretende responder a su inquietud inicial, realizándose tres preguntas más: ¿Debo implementar estrategias participativas?, ¿Debo utilizar medios y materiales creativos e innovadores?, ¿Debo programar mis sesiones fuera de las aulas, en contacto con la naturaleza?
De las tres últimas preguntas que constituyen opciones de mejora del problema, Juan Pérez ensaya con la primera la siguiente situación imaginaria: “La implementación de estrategias participativas, en mis sesiones de aprendizaje, permitirá que mis alumnos presten atención y participen durante todo el tiempo que estoy con ellos”. ¿Qué ha hecho Juan Pérez? Simplemente, ha construido su primera hipótesis de acción. Es decir, ha imaginado una situación a futuro, en la cual, el problema inicial ya no existe.
Si seguimos la estructura planteada por José Rodríguez Sosa, es una hipótesis de acción que sí cumple con sus tres elementos. La acción o el “¿qué?” (La implementación de estrategias participativas), los beneficiarios o el “¿a quién?” (Los alumnos de Juan Pérez, que tendrá que precisar luego, el grado, la sección y la institución educativa), y el resultado esperado o el “¿para qué?” (Los alumnos prestarán atención y participarán en las sesiones de aprendizaje).