domingo, 24 de julio de 2011

NUEVO GOBIERNO, ¿NUEVA CONSTITUCIÓN?

Cada 5 años, el 28 de julio, es una fecha que no sólo conmemoramos un aniversario más de nuestra independencia política del dominio español; sino también, realizamos el relevo de la jefatura del Estado y de los miembros del parlamento nacional. Es una fecha en la que despedimos a nuestros representantes políticos que ya cumplieron su periodo gubernamental, y damos la bienvenida a aquellos que han sido elegidos para gobernarnos durante un nuevo quinquenio.
En estos casos, nuestra idiosincrasia nos permite proveernos de nuevas esperanzas que fortalecen la fe en un porvenir grandioso donde todas nuestras necesidades son satisfechas. Satisfechas, porque creemos que el grupo de ciudadanos que han sido elegidos para gobernarnos por un nuevo periodo, sí son personas con la capacidad suficiente para cumplir todas aquellas promesas vertidas en la época electoral. Pero son nada más que nuestras creencias; el porvenir, continuará siendo impredecible, inelegible, ingobernable.
Un poco más del 50 por ciento del electorado que emitió un voto válido en la segunda vuelta de las últimas elecciones generales, decidió emitir un voto favorable a la opción política Gana Perú, eligiendo como Presidente de la República para el periodo 2011-2016, a Ollanta Humala Tasso. Quien, una vez electo, inició una gira por varios países del mundo, preparando el terreno de su gobierno; que si no hubiera sido por la accidentada gira paralela de su hermano Alexis, no sólo la gira terminaba como una decisión pertinente y loable, sino también, el inicio de su periodo gubernamental.
Podemos sostener que son tres los pilares del plan de gobierno que Gana Perú vendió en su campaña proselitista: 1) cambiar la Constitución Política de 1993, 2) Devolver al Estado el papel de empresario en los denominados “sectores estratégicos”, y 3) Dar prioridad a las políticas sociales de lucha contra la pobreza y la extrema pobreza, que también puede ser leído como la subvención de programas de corte asistencialista, por parte del Estado.
Los puntos 2 y 3, han sido cuestionados y observados desde diferentes miradas y tribunas. Pero no tanto, como lo ha sido el punto 1. Desde entonces, los mensajes de advertencia que terminaron siendo mensajes de terror y desaliento para los inversionistas (tanto para aquellos que ya administraban sus finanzas en nuestro territorio, como para los que pensaban hacerlo en los próximos años), se transmitieron incesantemente por casi todos los medios de comunicación, incluidos los electrónicos. Pero Ollanta, después del pánico empresarial, se ha dedicado a precisar en todos los idiomas, que no cambiará la Constitución.
Si bien es cierto, la CPP de 1993, en su artículo 206º, señala que “Toda reforma constitucional debe ser aprobada por el Congreso con mayoría absoluta del número legal de sus miembros, y ratificada mediante referéndum”; también contempla la implementación de reformas constitucionales, mediante la iniciativa de “un número de ciudadanos equivalente al cero punto tres por ciento (0.3%) de la población electoral”. (60 mil ciudadanos, de acuerdo al padrón electoral 2011).
En otros términos, para sustituir a la actual Constitución, no hace falta que el gobierno meta la mano; ni ninguna otra institución estatal —que aparte de generar una situación estrambótica y tediosa, consumiría una parte del presupuesto en publicidad, proselitismo y mercadeo, no necesariamente, eficaces—. Basta con la voluntad y tenacidad de 60 mil peruanos.
“El Estado peruano ni pertenece ni está al servicio de todos los peruanos”. Con esta orientación, se inicia el contenido del extenso documento titulado “La Gran Transformación. Plan de Gobierno 2011-2016”, donde se detalla la filosofía de gobierno que Ollanta ha defendido y aplicará desde el día que asuma oficialmente la conducción del país.
La crítica al estado peruano es cruda, enfática. El estado peruano es excluyente, no es nacional, está en crisis, no soluciona los conflictos, es desintegrado, prioriza los mercados externos, expresa una profunda crisis de la institucionalidad política; entre otras características. Todas ellas, “hacen inviable el futuro del país como nación”, sostiene el documento. La alternativa: transformarlo radicalmente. “Transformaremos al Estado con una nueva Constitución”, se lee en otra parte (página 19).
Este parece ser el texto que se convirtió en el propulsor de todas las campañas opositoras y demoledoras del plan de gobierno de Ollanta. Cambiar la Constitución vigente.
La guerra es contra el neoliberalismo y su economía de mercado, establecido en el país desde inicios de los 90, ha sostenido Ollanta en cada localidad que visitaba como candidato presidencial. Y la Constitución de 1993, es la norma madre que otorga legitimidad a toda esa estructura que ha convertido al estado peruano en un ente deficiente, ineficaz, desintegrado y dependiente; por lo tanto, es necesario transformarla. Una “economía nacional de mercado”, aparece como la posible alternativa de solución.
(Hasta la fecha, lo que se ha modificado de la CPP de 1993, es varios artículos mediante la acción del Congreso; la mayoría de ellos, durante el quinquenio de Alejandro Toledo. Pero lo más destacado parece haber sido la supresión de la firma de Alberto Fujimori Fujimori, de conformidad con el artículo 1º de la Ley Nº 27600, publicada el 16 de diciembre de 2001).
Por los hechos en torno a la posibilidad de elaborar una nueva Constitución, aquellas reacciones, más en contra que a favor; parece que la CPP de 1993, ha logrado adquirir un respeto por parte de los inversionistas —nacionales y extranjeros—, porque les da seguridad jurídica que se traduce en protección sostenible a sus finanzas e intereses económicos. Por ello, resulta necesaria la consulta a los gremios empresariales cada vez que alguien se atreve a insinuar una nueva Constitución. Pero la polémica no queda ahí. Se traslada al nivel ideológico-político donde intervienen las organizaciones aspirantes a gobernar el país, revelando fracturas y bloques contendientes que ahondan aún más la fragmentación social.
En la próxima década cumpliremos dos siglos de nuestra independencia política. Los agasajos y preparativos festivos ya se dejan escuchar, y prometen una celebración fenomenal como nunca antes, en honor a nuestra separación del yugo español. Este año, festejamos nuestro 190 aniversario patrio. Pero la idea —o el fantasma— de reestructurar el estado peruano, implicando una nueva Constitución Política, empaña el regocijo en algunos sectores empresariales y políticos, satisfechos con la actual Constitución.
Según Domingo García Belaunde (2005), desde nuestra declaratoria de independencia, hemos sido regidos por 12 constituciones políticas. 08, promulgadas en el siglo XIX; y 04, en el siglo XX. Entre ellas, la de más larga vida ha sido la Constitución de 1867 (53 años, siendo sustituida por la Constitución de 1920); le siguió la de 1933 (con 46 años de vigencia; y sustituida por la Constitución de 1979); y en tercer lugar, está nuestra actual Constitución Política, promulgada en el año 1993 (sustituyó a la de 1979, que es la Constitución que algunos desean y hasta han prometido restablecer).
El terror a una nueva Constitución fue alimentado con intrigas y misterios en torno a la composición del primer gabinete ministerial del nuevo gobierno. Después de tanta aflicción y especulaciones de todo calibre, Ollanta decidió difundir algunos de sus miembros. Salomón Lerner será el primer Premier. Ello ha logrado, de algún modo, calmar los temores infundados y frenar los sobresaltos de algunos inversionistas y políticos de la oposición. No obstante, el primer mensaje presidencial, esperamos, estará destinado a proporcionar tranquilidad, y esta vez, no sólo a los inversionistas y opositores; sino, y básicamente, a la ciudadanía en general. Protegerla, es el fin supremo del Estado.

domingo, 17 de julio de 2011

DECISIONES COLOSALES SIN OLOR A MULTITUD

“Con el levantamiento de la colosal estatua de Cristo en el morro solar de Chorrillos García quiere despedirse del gobierno con olor a santidad”, opina Sinesio López sobre la muy difundida decisión presidencial —incluida la colosal donación de 100 mil nuevos soles— de plantar una gigantesca estatua de Jesús de Nazaret que para el Cardenal Luis Cipriani, es una obra bendita, y ojalá en cada cerro haya una similar, expresó en su oportunidad, defendiéndose de, o atacando a los críticos e insatisfechos que aparecieron por todos lados.
Mientras que Aldo Mariátegui, fiel a su estilo entre sarcástico, zaheridor y punzante, anota que las críticas no se dirigen tanto a la estatua colosal (de 37 metros de altura) como sí a su promotor o donante —sin alusiones a su ego de igual o mayor tamaño—, el aún Presidente de la República, Alan García. En esta lógica, Aldo se permite una alegoría del Cristo con "El Ojo que Llora" en el Campo de Marte, que fue ejecutada sin el respectivo permiso del Alcalde de Jesús María de ese entonces ni siquiera de los vecinos, en honor o para no olvidar la desgarradora época fratricida que vivimos en las últimas décadas del siglo pasado.
Susana Villarán, Alcaldesa de Lima, se unió al grupo de los opositores y cuestionadores de la voluntad presidencial que sorprendió a todo el país —aunque no haya logrado congraciarse con él—, alegando que es un “Cristo igualito al del Corcovado”; es decir, pertenece o es el ícono de la fe de una ciudad foránea. “No es el Señor de los Milagros… no es el Cautivo de Ayabaca” arguyó la Alcaldesa, por lo tanto, resulta impertinente que se le coloque en el litoral limeño, sostuvo.
En algo tiene razón Susana Villarán. En el cerro Concorvado (713 metros sobre el nivel del mar) de la ciudad de Río de Janeiro (Brasil), desde hace más de tres cuartos de siglo, es una atracción turística y guardián de la fe carioca, una estatua similar conocida como “Cristo Redentor”. Pero de ahí, asumir razones de corte chauvinista para oponerse al levantamiento de la estatua en el Morro Solar en el distrito de Chorrillos, la cosa adquiere matices poco caricaturescos, que disminuye otras que aluden a conflictos de competencia o de intromisiones en circunscripciones ajenas. O para cubrir la inacción de 6 meses de gobierno —o desgobierno— metropolitano, dirían algunos.
El monseñor Luis Bambarén, —obispo emérito de Chimbote— a modo de poner paños fríos en medio de tan candente debate que ha entremezclado razones políticas y de fe —y hasta razones emocionales que trastocan o enuncian el ego de muchos involucrados o aludidos o autoinvitados a la polémica—, dijo que no solo debemos dar un sentido decorativo a la gigantesca estatua de la discordia, “sino de compromiso con Cristo y con el Perú de trabajar todos unidos por engrandecer nuestra patria”. Para ello, concluyó, es necesario tener un “corazón grande”.
Pero la polémica alrededor del “Cristo del Pacífico”, denominado así por Alan García, hubiera quedado en el baúl de las colosales anécdotas, sino fuera por la intervención del decano del Colegio de Arquitectos de Lima, José Enrique Arispe, quien ha indicado que la obra fue declarada por un valor de 82 mil nuevos soles, pero Alan García había señalado que costaba 833 mil dólares. Monto donado por la empresa brasileña Odebrecht —la misma que está ejecutando el proyecto Olmos en Lambayeque, y un tramo del tren eléctrico en Lima—. Si a esa suma le agregamos los 100 mil nuevos soles donados por el bolsillo de nuestro Presidente de la República (que de alguna manera nos confirma su célebre e inolvidable frase —no negada, por cierto—: “no seas c… hombre, la plata llega sola”), el costo total se eleva aún más. El arquitecto José Enrique, dijo que es un tema que debe ser investigado, porque sospecha que está rodeado de irregularidades.
A esta decisión colosal se suma una más. La del ciudadano peruano Alexis Ollanta. Nada más ni nada menos que hermano del presidente electo Ollanta Humala Tasso. Hasta la fecha no se ha confirmado si por iniciativa propia, a solicitud de la dirigencia de Gana Perú o por indicación expresa del próximo jefe de estado, viajó a Rusia a negociar, conversar o pactar tratados comerciales en nombre del estado peruano (pesca, minería, gas, etc.), mientras que Ollanta, presidente electo, dialogaba amenamente con el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
Las críticas, desconciertos, profecías apocalípticas y gritos al cielo, no se hicieron esperar. En la mirada del humorista político Carlín, la presencia de Alexis en el país euroasiático sería una estrategia de Ollanta para “presionar” o apresurar decisiones bilaterales con Estados Unidos. Algo así como “o negocio contigo o negocio con el otro”.
Las explicaciones de la dirigencia de Gana Perú (agrupación política que respaldó la candidatura de Ollanta Humala), dadas hasta el cierre de la presente edición, han sido poco convincentes. Las opiniones de personajes políticos y articulistas de todo el país, han conformado un ramillete multicolor que se inclina a la duda y a la intriga. Apuntan a la actitud esquiva o demasiado prudente de Ollanta. Se trata que “dé la cara”, como dijo Keiko Fujimori, la candidata derrotada por él en la segunda elección presidencial.
Últimamente, la vicepresidenta electa, Marisol Espinoza, fastidiada por el acoso de un grupo de reporteros, declaró que para entender lo sucedido con la visita de Alexis a Rusia, era cuestión de “saber leer los comunicados”; porque para ella, sólo se quiere “arrinconar” al nuevo gobierno desde antes que asuma el mando. Pero Alexis, que desde la noche del miércoles 13 se encuentra en nuestro país, decidió no dar ninguna declaración a la prensa que lo esperaba en el aeropuerto internacional Jorge Chávez, como si tuviera una alta investidura diplomática o algo por el estilo, sobre su presencia en ese lejano país.
Para algunos, como para el líder del Partido Popular Cristiano, Luis Bedoya Reyes, todo apunta a crearle obstáculos o a debilitar la imagen del presidente electo Ollanta Humala antes que asuma la jefatura del estado este 28 de julio. Cosa que resultará nada saludable para el país, declaró Bedoya Reyes.
Pero la Comisión Permanente del Congreso saliente, ha decidió que el tema sea investigado por los nuevos congresistas que asumirán el cargo el 28 de julio. En este Congreso, Gana Perú no tiene mayoría, por lo que podría intuirse que tendrá que “negociar”, concertar, pactar, “arreglar” o acordar para librar de todo perjuicio a su Presidente, si la decisión de Alexis termina involucrando la violación de procedimientos establecidos en torno a las relaciones bilaterales entre estados soberanos y democráticos.
Próximos a celebrar nuestro 190 aniversario de independencia política; fecha en la que también un presidente se va (Alan García) y otro ingresa (Ollanta Humala). Ambos están rodeados de situaciones donde las decisiones y actitudes han sido menos que inesperadas y hasta desconcertantes. Pero también los asemeja el estar despojados del olor a multitud que, quizá, en algún momento de su carrera política los acompañó.
(Otra mirada del viaje del ciudadano Alexis a Rusia, nos induce a sostener que los clanes unidos por lazos de sangre, a partir de ahora, serán una peculiaridad de la política peruana. Los Fujimori, los Toledo, y ahora, los Humala. ¿Será porque la familia se ha convertido, ahora sí, en la última reserva de la confianza interpersonal en este país donde la institucionalidad ha perdido toda decencia y respeto?).