martes, 30 de septiembre de 2014

MIEDO A LA POLÍTICA


Empíricamente, relacionamos el quehacer político con el proceso de luchar por el poder político. Es decir, aquel o aquellos que luchan por el poder político, son “políticos”. En contraposición, y en esa lógica, quién o quienes no luchan por el poder político, no son políticos; en otros términos, son “apolíticos”.

Si esto constituye o no, una degradación de la acepción del término “política”, en tanto, no concuerda exactamente con el origen del término, allá por la Grecia clásica, relacionada con el quehacer público, la polis, la ciudad, la convivencia social, la armonía, el equilibrio de la vida cotidiana, etc., está por verse.

Mientras tanto, la lucha por el poder político en nuestro país, en los últimos años, está adquiriendo matices que desbordan toda comprensión académica y científica, que pudo haber insinuado el origen etimológico de la palabra “política”.

Entonces, podemos reseñar el historial de la política, de la siguiente manera: en un inicio, los hombres probos y preocupados por el devenir colectivo, ingresaban al quehacer político por hacerse del poder y desde ahí, regular la convivencia humana; luego, ingresaban al ruedo no solo los hombres probos, sino, hombres cuyos intereses distaban muchísimo del bienestar social, sino, emanaban de objetivos personales o de grupo, pero de grupos que subsisten a espaldas de la ley; y por último, hoy en día, podemos percibir que ingresan al quehacer político para hacerse del poder, ya no, hombres probos, ni solamente hombres que viven de espaldas a la ley, sino, delincuentes netos y asesinos.

No hay otra manera de explicar las amenazas y asesinatos a candidatos por parte de rivales “políticos”. Amenazas de muerte que son casi el pan de cada día, “guerra sucia” que está jaqueando al estado de derecho en tanto no prometen nada que no sea una disminución, sino, van en aumento.

Por lo tanto, está emergiendo un temor al quehacer político, un temor a los procesos electorales, un temor a pretender intervenir, en tanto es un legítimo derecho ciudadano, en la regulación de la vida colectiva de mi localidad, región o país; un temor a los candidatos, un temor a difundir mi opción electoral, etc.

Por ahora, las agresiones son entre candidatos; ¿y si imaginamos llegar el día donde las agresiones, amenazas y muerte son contra los electores? Podemos hasta imaginar el día en el cual cada elector tendrá que evidenciar el voto que marcó en la cámara secreta mediante una fotografía digital, por ejemplo, para salvaguardar su integridad o su vida. ¿Qué será de nosotros?

jueves, 25 de septiembre de 2014

LA TECNOLOGÍA CONTRA LAS ELECCIONES LIBRES



Por un lado, en nuestro país, el voto posee ‑debe poseer‑ 5 características: libre, personal, igual, obligatorio y secreto. Es necesario que cumpla con todas ellas para garantizar o considerar que la emisión del voto, el sufragio en sí, ha valido la pena, ha sido legítimo y concordante con los principios o exigencias de unas elecciones transparentes y democráticas.

Por otro lado, la emergencia del acceso y uso masificado de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), nos han permitido y nos está permitiendo un estilo de vida cada día más satisfactorio. Tareas domésticas, actividades académicas, responsabilidades laborales, y otros quehaceres recreativos, son ahora más satisfactorios, y nos permiten consumir menos tiempo que cuando lo hacíamos antes de su emergencia.

En el primer caso, disfrutamos de una estabilidad democrática, mal que bien, más saludable para el proceso de construcción de una convivencia humana más próspera y en camino a la equidad universal, sino a la justicia social ‑aunque para Drucker era nada más que una utopía‑.

En el segundo caso, la vida cotidiana se nos ha hecho más ligera, tanto en el ámbito privado como en el público. Entre otras cosas, porque han derrumbado las fronteras, al menos, las físicas; nos falta aún, derrumbar las fronteras ideológicas que también son tan inhumanas y mortales como las primeras, pero estamos involucrados en esa tarea.

No obstante, las TIC están logrando que el voto pierda la característica de secreto. ¿Cómo? El ciudadano elector ingresa a la cámara secreta y fotografía su voto, de esta manera da fe del voto que ha emitido, de la opción que ha marcado, y puede cobrar la compensación que le ofrecieron. Por supuesto, una forma más fácil y menos costosa de “comprar” votos.

En un país como el nuestro, donde muchas personas difícilmente pueden tener en sus manos un billete de 20 o 50 dólares por ejemplo, sería bastante gratificante obtenerlo a cambio de vender su voto. ¿Cómo evidencia o cumple con la venta? Con una fotografía tomada por ella misma, en la cámara secreta.


Aún está empezando este negocio, ¿hacia dónde nos llevará? Obviamente, a cualquier otra parte que no sea una democracia saludable y consolidada como la que soñamos desde hace muchas décadas.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

ABSURDAS MEDITACIONES 2. CUESTIÓN DE FE


Asumo que las fiebres suelen ser sorprendentes, para bien o para mal. Nuestros abuelos solían enfatizar que las fiebres son buenas en tanto son alarmas biológicas que nuestro organismo emite advirtiéndonos de uno que otro proceso que podría afectar o está afectando nuestra salud.

En esa lógica, nuestro país está con fiebre, desde un par de meses, por decirlo de alguna manera. La fiebre electoral. Sube, baja, parece desparecer, pero permanece. Fastidia, aburre, adormece, desanima, se torna insoportable, quita el apetito. Obviamente, es una advertencia que algo podría afectar, positiva o negativamente, la salud política. Y la política sería algo así como el hígado del país. Se afecta el hígado, se afecta todo el organismo; todo el país, todo el estado.

Quisiera entender su lógica. No obstante, la fiebre electoral me sabe a un absurdo. Nuestros interlocutores despotrican de los candidatos y de sus ayayeros (aduladores), aunque podrían ser simpatizantes, qué sé yo; pero al fin y al cabo, siempre terminamos eligiendo a uno de ellos, de los tantos que no sabemos exactamente qué pretenden o qué impulsos los empujan a desempeñar papeles teatrales ridículos, casi vomitivos, en algunos casos… en casi todos los casos, vendiendo imágenes, ofertándose, traficando esperanzas.

En estos días, Perú está afiebrado, y es una fiebre ordinaria, por supuesto. Es una calentura que nos mantiene en un estado inverosímil, entre la somnolencia y el insomnio. Un absurdo. ¿Cómo explicarlo? Sociológicamente, prefiero una opción: es una fiebre que nos está fortaleciendo como país, quizá, como estado, mientras nos mantengamos vivos. “Lo que no te mata, te hace más fuerte”, profetizó Zaratustra… Cuestión de fe.

viernes, 12 de septiembre de 2014

ABSURDAS MEDITACIONES


De alguna extraña manera, hemos llegado a una situación en la que creemos que la democracia es la mejor alternativa para una convivencia humana saludable; aún, sin haber logrado consensuar una idea de democracia. Y el estado, está jugando aquí su principal papel en lo que va de su historia, al menos, el estado peruano; e igualmente, de una muy extraña manera ha llegado a un punto en el que no tiene otra función que la de hacernos creer que el crecimiento económico de las empresas, de algunas empresas líderes en el mercado, significa, el crecimiento del país en su conjunto.

Asumir que la democracia es la mejor alternativa para una convivencia humana saludable, a costa de ignorar nuestra incapacidad para consensuar una idea sobre ella, y con el agravante de creer que significa el gobierno de las mayorías, es ya un absurdo en doble sentido. Ignoramos lo que es democracia, y creemos que es el gobierno de las mayorías. Doblemente absurdo, cruel.

Y el estado, en su papel de guardián de no sé exactamente qué, donde ser ateo es ya un imposible porque las religiones de todas las vestiduras (el mercado, por ejemplo, es un nuevo dios; la libertad, otro; la democracia, igualmente, etc.), gobiernan hasta nuestros silencios y meditaciones personales, nos hallamos de pronto en una época donde el término “posmodernidad” es insuficiente para explicarla.

De alguna extraña manera, todo es un absurdo, un sinsentido, una irónica mueca de nuestra propia inteligencia hacia nuestra propia inteligencia. El mercado, el estado, la democracia, la paz mundial, en fin, elementos de una nueva fe humana caída en su propio abismo de omnipotencia, para dar paso a la emergencia de un nuevo dios, el consumo: “Dime qué consumes, y te diré quién eres”.