domingo, 6 de septiembre de 2015

LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA



La representación política constituye una relación complicada. No obstante, es posible señalar sus factores y componentes, y a partir de ellos, caracterizarla e identificarla, en las sociedades donde forme parte de su sistema político. Pero también, advierte Carlos Ollero (1961), “la representación puede ser tratada en el plano puramente especulativo”, además que su concepto es “doblemente difuso” (Ángel Rodrigez, 1987).

Es necesario precisar que cuando hablamos de representación política, estamos refiriéndonos a la representación política democrática, que es el mecanismo que regula el sistema de gobierno en una democracia representativa. Pero también se le ha dado otro nombre, porque en una democracia donde los intereses de los ciudadanos y ciudadanas (los representados) están en manos y sólo pueden ser defendidos por un equipo especializado y elegido para ello (los representantes), en tanto la elección de éstos está en función de la responsabilidad asumida para defender los intereses de aquellos, implicando al mecanismo de la negociación en “la búsqueda de una solución de compromiso”, sería entonces, una “democracia consocional” (F. Laporta, 1989). Pero continúan estando presentes, ambos sujetos: representante y representado; y estableciendo y manteniendo aquella relación que exige un permanente intercambio de mensajes sobre la base de la atención y satisfacción de los intereses y necesidades de uno, y sobre las acciones y decisiones del otro: La representación política.

En consecuencia, si la representación política es la expresión y extensión de la democracia representativa, en ella está inmersa, necesariamente, la realización periódica de elecciones universales, libres y, por sobre todo, transparentes. Y éstas, pierden sentido si no participan en sus procesos, organizaciones formales de ciudadanos y ciudadanas que expresen el sentir de la mayoría y minoría de los representados. Nos referimos a los partidos políticos. Enfatizamos, los partidos políticos devienen en la base, el fundamento, el alma y el espíritu, si se quiere, de la representación política.

Pero no los queremos, ¿qué hacer con ellos, entonces? Es una inquietud que podría quitarnos el sueño, si pensamos en una alternativa; pero no la hay, no las hay, más allá de las experiencias que hasta ahora nos proporciona y describe la historia. A la democracia, a la representación política, no la podemos sustituir sin que amenacemos lo que ya se avanzó en el tema de ciudadanía: La libertad.