Todo
candidato es una marca, y como toda marca, tiene un único propósito: penetrar
en la mente del consumidor (en este caso, el elector) para ser consumida,
comprada, si fuera posible, de por vida; de aquí, la idea de “fidelización” del
cliente.
Desde
1981, un estudioso del mercado y del comportamiento del consumidor, Jack Trout
(el mismo autor que hablaba de las leyes inmutables del marketing), hablaba de posicionamiento,
para 15 años más tarde (1996), reformular su teoría, y llamarla “nuevo posicionamiento”;
conjuntamente, uno de sus colegas, Al Ries, en 1996, lanza su teoría del “enfoque”.
Posicionarse y enfocarse, dos estrategias de mercado (léase: de guerra)
vigentes en el mundo actual, cuando se trata de “vender”.
Y
evidentemente, de eso se tratan las campañas electorales. Las actividades proselitistas
no son sino, un conjunto de actividades empeñadas en vender un determinado candidato,
con ciertas características, ciertos beneficios, en fin, lo que llamaríamos en
buen castellano, con cierto perfil. Según teorías de marketing, lo que se
vende, son marcas. Un candidato es una marca. Se trata de venderla, a como dé
lugar, utilizando todas las estrategias habidas y por haber, para lograr que el
candidato-marca, se posicione en la mente de los electores. Por supuesto, que
se busca atender necesidades; pero las necesidades, son creadas y recreadas,
hasta el infinito.
En
nuestra coyuntura, cercana a una segunda vuelta para elegir al próximo Presidente
de la República para el quinquenio 2016-2021 (el 05 de junio de 2016), se
ofertan dos candidatos-marca. PPK (la marca del ciudadano peruano-americano Pedro
Pablo Kuczynski Godard) y FP (la marca de la ciudadana peruano-japonesa Keiko
Sofía Fujimori Higuchi).
El
primero de ellos, vinculado a instituciones financieras internacionales (BM,
FMI, entre otras), y la segunda, vinculado a un gobierno dirigido por su padre
(actualmente condenado a 25 años de pena privativa de la libertad por diversos
delitos, entre ellos, autoría mediata de crímenes de lesa humanidad), considerado
el gobierno más corrupto de la historia del Perú.
Por
supuesto que es una guerra. Son enemigos, son rivales, son contrincantes, son
oponentes. Como lo denominó uno de los candidatos, esto es un ring. Sí, es un
ring. Se trata de ganar, de aprovechar el mínimo descuido del rival a fin de
dar un golpe fulminante y lograr el knockout
tan anhelado desde un inicio.
Por
otro lado, las mentalidades e ideologías de ambos candidatos son congruentes
con la filosofía del libre mercado. Para ambos, el estado no debe intervenir en
la economía. El estado debe promover la libertad económica (por encima de la
libertad política, de lo contrario no viviríamos con el fantasma del golpe de
estado), el estado debe dedicarse a cobrar impuestos y a brindar seguridad y
protección a las inversiones (básicamente privadas). En pocas palabras, el estado
solo debe dedicarse a quitar todo obstáculo que entorpezca el camino y la
dirección indicado por el libre mercado.
El
estado peruano, en suma, y lamentablemente, es un ente que ha sido arrinconado
por las fuerzas del mercado, y obligado a renunciar a los derechos ciudadanos a
quienes debe su existencia. Es un estado sin ciudadanos, un fenómeno increíble
que desafía todo lógica racional de las ciencias sociales. Es un ente raro, un
extraño animal, una metamorfosis inverosímil que escapa a toda metodología de estudio.
Pero
el libre mercado, sí funciona, y funciona bien. Por ello, la diversidad de marcas
en venta, y el crecimiento exponencial de corporaciones financieras trasnacionales,
a costa del empobrecimiento sistemático de los contribuyentes que amamantan cotidianamente
al estado capturado por el mercado... Las marcas, sí venden.