domingo, 29 de mayo de 2016

EL CANDIDATO ES UNA MARCA


Todo candidato es una marca, y como toda marca, tiene un único propósito: penetrar en la mente del consumidor (en este caso, el elector) para ser consumida, comprada, si fuera posible, de por vida; de aquí, la idea de “fidelización” del cliente.

Desde 1981, un estudioso del mercado y del comportamiento del consumidor, Jack Trout (el mismo autor que hablaba de las leyes inmutables del marketing), hablaba de posicionamiento, para 15 años más tarde (1996), reformular su teoría, y llamarla “nuevo posicionamiento”; conjuntamente, uno de sus colegas, Al Ries, en 1996, lanza su teoría del “enfoque”. Posicionarse y enfocarse, dos estrategias de mercado (léase: de guerra) vigentes en el mundo actual, cuando se trata de “vender”.

Y evidentemente, de eso se tratan las campañas electorales. Las actividades proselitistas no son sino, un conjunto de actividades empeñadas en vender un determinado candidato, con ciertas características, ciertos beneficios, en fin, lo que llamaríamos en buen castellano, con cierto perfil. Según teorías de marketing, lo que se vende, son marcas. Un candidato es una marca. Se trata de venderla, a como dé lugar, utilizando todas las estrategias habidas y por haber, para lograr que el candidato-marca, se posicione en la mente de los electores. Por supuesto, que se busca atender necesidades; pero las necesidades, son creadas y recreadas, hasta el infinito.

En nuestra coyuntura, cercana a una segunda vuelta para elegir al próximo Presidente de la República para el quinquenio 2016-2021 (el 05 de junio de 2016), se ofertan dos candidatos-marca. PPK (la marca del ciudadano peruano-americano Pedro Pablo Kuczynski Godard) y FP (la marca de la ciudadana peruano-japonesa Keiko Sofía Fujimori Higuchi).

El primero de ellos, vinculado a instituciones financieras internacionales (BM, FMI, entre otras), y la segunda, vinculado a un gobierno dirigido por su padre (actualmente condenado a 25 años de pena privativa de la libertad por diversos delitos, entre ellos, autoría mediata de crímenes de lesa humanidad), considerado el gobierno más corrupto de la historia del Perú.

Por supuesto que es una guerra. Son enemigos, son rivales, son contrincantes, son oponentes. Como lo denominó uno de los candidatos, esto es un ring. Sí, es un ring. Se trata de ganar, de aprovechar el mínimo descuido del rival a fin de dar un golpe fulminante y lograr el knockout tan anhelado desde un inicio.

Por otro lado, las mentalidades e ideologías de ambos candidatos son congruentes con la filosofía del libre mercado. Para ambos, el estado no debe intervenir en la economía. El estado debe promover la libertad económica (por encima de la libertad política, de lo contrario no viviríamos con el fantasma del golpe de estado), el estado debe dedicarse a cobrar impuestos y a brindar seguridad y protección a las inversiones (básicamente privadas). En pocas palabras, el estado solo debe dedicarse a quitar todo obstáculo que entorpezca el camino y la dirección indicado por el libre mercado.

El estado peruano, en suma, y lamentablemente, es un ente que ha sido arrinconado por las fuerzas del mercado, y obligado a renunciar a los derechos ciudadanos a quienes debe su existencia. Es un estado sin ciudadanos, un fenómeno increíble que desafía todo lógica racional de las ciencias sociales. Es un ente raro, un extraño animal, una metamorfosis inverosímil que escapa a toda metodología de estudio.

Pero el libre mercado, sí funciona, y funciona bien. Por ello, la diversidad de marcas en venta, y el crecimiento exponencial de corporaciones financieras trasnacionales, a costa del empobrecimiento sistemático de los contribuyentes que amamantan cotidianamente al estado capturado por el mercado... Las marcas, sí venden.

domingo, 22 de mayo de 2016

LA UTOPÍA DEL VOTO INFORMADO




El estado está invirtiendo esfuerzos y dinero, por medio de los organismos electorales (ONPE[1] y JNE[2], básicamente), en la promoción del denominado “voto informado”; pero esta campaña de promoción, sugiere que un “voto informado” es un “voto responsable”, y que a mayor voto informado, mayores posibilidades de tener un “buen gobierno”.

Líricamente, suena bien y hasta coherente; algo así como que podemos realmente, con nuestro voto, garantizar –o elegir- un buen candidato que a la vez, realizará un buen gobierno. Sin embargo, no tiene sentido.

Pero ¿qué es un voto informado? En pocas palabras, es un conjunto de acciones que debe realizar cada elector, a fin de decidir razonablemente, una de las ofertas electorales, previo al sufragio. Por ejemplo, leerá el programa o plan de trabajo, la hoja de vida del candidato o de la plancha presidencial (en este caso, tratándose de una elección general para elegir al nuevo Presidente de la República, conjuntamente, con los 02 vicepresidentes), en fin.

Desde otra lectura, se trata de informarse de los candidatos, antes de elegir a uno de ellos, y convertir ésta decisión, en un voto. Si estoy informado, entonces, podré emitir un “voto informado”. No obstante, no es tan simple como parece. Podré dedicar mi tiempo, esfuerzo y dinero[3] en informarme sobre las ofertas electorales, analizaré y sintetizaré la información consumida, y calificaré en grado de importancia, coherencia o razonabilidad, una de ellas. Para mí, entonces, una de las ofertas es la más razonable y merece ser elegida, o en todo caso, merece mi voto.  

Asisto al sufragio, emito mi “voto informado”, y listo. He cumplido como ciudadano responsable, razonable y coherente. ¿Qué me garantiza que la opción elegida, cumpla con su plan de gobierno? Nada. No puede saberse, no podemos leer ni ver el porvenir. No tiene sentido.

Entonces, el voto informado, es una utopía. Y no solo eso, sino que es un factor que algunos utilizan para calificar a los electores en 02 grupos: los que “saben votar” y los que “no saben votar”. Es más, esto lleva a la aparición de actitudes agresivas y de irrespeto hacia el libre ejercicio de la ciudadanía. Para algunos ciudadanos, de acuerdo a sus propios raciocinios, ya tienen un candidato al cual consideran el mejor, porque se han informado, y no solo esperan, sino, inducen a que los otros ciudadanos coincidan con su decisión, sino lo hace, es un ciudadano que “no sabe elegir”, que no se ha informado, que es un irresponsable, o en el peor de los casos, lo colman de insultos y adjetivos peyorativos.

No se entiende que en la elección de un candidato, intervienen factores subjetivos propios de cada individuo. Y es el producto legítimo del uso libre y soberano de su ciudadanía. Si sabe o no sabe votar, ello no tiene lugar, es absurdo. No puede saberse, no puede afirmarse quién es el candidato ideal, cuál es la ofertad más coherente, quién merece ganar una elección. Es simple, es una elección individual, y soberana. En esta lógica, el voto informado, como se vende, es un sinsentido. Es más, con el uso que muchos le dan, de calificar a los electores en “buenos” y “malos”, lo han convertido en un instrumento que agrede a la soberanía de la libertad ciudadana. Y tiene un agravante, si el candidato elegido, realiza un pésimo gobierno, no es su responsabilidad, sino, es responsabilidad ciudadana; los ciudadanos no supieron elegir. No se informaron. A esto llegamos, con la utopía del voto informado.





[1] “La ONPE pone a disposición de la ciudadanía las plataformas informativas para un voto efectivo y responsable”, leemos en el espacio dedicado a promover el voto informado. En otro espacio, leemos: “como ciudadanos debemos tener el compromiso de tomar una decisión consciente e informada”. Portal web: www.onpe.gob.pe o https://www.web.onpe.gob.pe/sep-2016/tu-decides-con-tu-voto

[2] En su portal web, presentan el espacio “voto informado”, donde ofrecen información comparada de las opciones electorales participantes. Portal web: www.jne.gob.pe o http://www.votoinformado.pe/voto/index.aspx


[3] Sí, porque la información tiene un costo, y quien consume información, deberá asumir ese costo. Energía eléctrica, si hace uso de internet, en cualquier de los dispositivos; costo de la publicación en el caso de prensa escrita, en fin.

domingo, 15 de mayo de 2016

EN DEFENSA DE LOS VOTOS NULOS Y BLANCOS




En las últimas Elecciones Generales para elegir al nuevo Presidente de la República de Perú (10 de abril de 2016), solo acudieron a sufragar el 82% (18,734,130) del total de ciudadanos del padrón electoral (22,901,954); mientras los que emitieron un voto nulo o blanco, constituyen el 15% (3,393,987) de este mismo padrón.

Es decir, un poco más de siete millones y medio de ciudadanos habilitados para sufragar[1] expresaron su rechazo a las alternativas que compitieron por hacerse de la jefatura del estado, mediante un voto nulo o blanco, o no asistiendo a sufragar (ausentismo y abstencionismo). Un tercio de ciudadanos, puede sostenerse, entre otras cosas, que rechazaron a las alternativas en competencia, o que no concuerdan con las reglas de juego de nuestra democracia, o que simplemente, no tienen nada que agradecerle. Rechazaron a todos los candidatos y candidatas.

Que ello es parte de la democracia, sí; que los desacuerdos, el disenso y las diferencias de criterio, le son inherentes, también. Pero ello no basta. Más aún, si observamos que a la democracia nuestra se la considera y trata como la última de las religiones dogmáticas en proceso de expansión en su objetivo de apoderarse de todas la mentes, excluyendo –al menos, por ahora; más adelante quizá, hallarán algún mecanismo para exterminarlas-, a aquellas mentes que de pronto la cuestionan, la contradicen y la rechazan.

 Frente a ello, y con el agravante de la obligatoriedad del voto (el extremo de lo absurdo: debo elegir a una opción entre varias, cuando ninguna de ellas prefiero)[2], aparece en escena el voto nulo o viciado[3] y el voto en blanco. Tan legítimos como el voto válido. Sí, son legítimos. Constituyen una opción, una alternativa, un escape de la tormentosa idea de librarse de la sanción pecuniaria, y de la aflicción que producen los discursos sin sentido que defienden a esta democracia periódica de ánfora. El voto es obligatorio, he ahí, el absurdo, lo descabellado, lo inútil, lo enfermo de nuestra democracia. El voto es un derecho, pero lo convierten en deber, al concederle la característica de “obligatorio”[4].

Además, si “los votos nulos y blancos, sumados o separadamente, superan los dos tercios del número de votos emitidos”, se anula el proceso electoral[5]. Entonces, sí constituyen una alternativa legítima para expresar rechazo a un proceso electoral, si las alternativas en competencia, no son de mi preferencia. Asimismo, el no asistir a sufragar, también es una opción ciudadana, en tanto, elegir y ser elegido, es un derecho constitucional.

Concluyendo, todo discurso dirigido a vender la idea que el voto nulo y blanco, favorece a tal o cual candidato, es simplemente, una estratagema. Una siniestra estratagema.




[1] Exactamente, 7,561,811 que constituyen el 33% del padrón electoral. El otro 67% (15,340,143 ciudadanos), emitieron un voto válido.
[2] “El voto es personal, igual, libre, secreto y obligatorio hasta los setenta años. Es facultativo después de esa edad”, según el artículo 31° de la Constitución Política del Perú (CPP).
[3] El artículo 111° de la CPP, denomina voto viciado.
[4] Los ciudadanos tienen “también el derecho de ser elegidos y de elegir libremente a sus representantes, de acuerdo con las condiciones y procedimientos determinados por ley orgánica”, artículo 31° de la Constitución Política del Perú. Es un derecho, no un deber.
[5] Prerrogativa del Jurado Nacional de Elecciones, según artículo 184° de la CPP.

jueves, 12 de mayo de 2016

ESTE 5 DE JUNIO: NADA QUE ELEGIR



El 50,1%[1] de los ciudadanos que sufragaron[2] el 10 de abril de 2016[3], para elegir al próximo presidente de la república, decidió decir NO a las opciones que de alguna u otra manera, mostraron intenciones no muy cercanas o contrarias al modelo económico vigente en el país, desde 1990. Resultado: 02 candidatos pasaron a la segunda vuelta, que representan opciones a favor de la continuidad de dicho modelo. El 32,6% votó por Keiko[4], mientras que un 17,2% lo hizo por Kuczynski[5].


En otros términos, y desde otra óptica, no tenemos nada que elegir este 05 de junio. Tanto Pedro Pablo Kuczynski[6] como Keiko Fujimori, lideran programas de gobiernos que constituyen la continuidad del modelo económico; modelo económico que no podemos negar, es favorable para el crecimiento exponencial de las riquezas de las grandes corporaciones nacionales y trasnacionales, básicamente, éstas últimas, a costa del saqueo de materias primas y de la fuerza de trabajo de países adolescentes[7].

Este modelo más conocido como neoliberalismo, prioriza la libertad económica a las otras libertades humanas, incluidas, la libertad política. Si es necesario sacrificar la libertad política, para proteger la salud de la libertad económica (léase: libre mercado), no hay problema, se sacrifica la libertad política o cualquier otra libertad de las que ha costado a la humanidad en su conjunto, un altísimo costo.

Kuczynski como Keiko, son la misma alternativa, diferentes nombres, diferentes equipos de trabajo, diferentes discursos, diferentes sonrisas y diferentes bailes, en fin; pero, son lo mismo. Ambas alternativas lucharán por la vigencia de las recetas o los 10 mandamientos de John Williamson. Estos 10 mandamientos del libre mercado, se resume en el hecho de reducir al estado, a un mero y celoso guardián, dedicado exclusivamente a cobrar impuestos, y a promover y proteger los intereses de inversiones gigantescas que tienen la capacidad de comprar y saquear estados, como ladronzuelos que invaden y saquean una casa, una tienda, un minimercado, en fin (disculpando la “aberración” de la metáfora).

Existen en el mundo, grandes corporaciones financieras que, en su fiera lucha por la sobrevivencia, capturan estados y los saquean hasta dejarlos desvalidos, indefensos e incapaces para continuar sobreviviendo por sus propias fuerzas. Dejan a estados en un estado indigente, que tiene que vender todo lo que tiene, para siquiera intentar sobrevivir a como dé lugar, hasta desaparecer, fusionándose a otros estados, o perpetuarse como mendigos hasta su “muerte natural”.

Este modelo económico, que ha convertido al libre mercado en un credo sacrosanto a costa de cualquier sacrificio, es defendido por ambas alternativas: Pedro Pablo Kuczynski y Keiko Fujimori. Concluyendo: no tenemos nada que elegir. Nada.




[1] El 49,9% equivale a 9,343,734 ciudadanos. Sufragaron a favor de Keiko, el 32,6% (6,115,073) y a favor de Kuczynski, el 17,2% (3,228,661). Si consideramos el total de electores hábiles, es decir el total de ciudadanos habilitados para sufragar, los porcentajes se reducen: 26.7 votó por Keiko, y 14.1 votó por Kuczynski.
[2] Los ciudadanos que sufragaron en las Elecciones Generales 2016, fueron: 18,734,130
[3] La fuente de las cifras, es la Oficina Nacional de Procesos Electorales: www.onpe.gob.pe
[4] Keiko Fujimori, es hija del expresidente que gobernó el país desde el 28 de julio de 1990, hasta el 19 de noviembre del 2000, cuando renunció vía fax a la Presidencia de la República; actualmente, cumple una condena de 25 años de cárcel.
[5] Es necesario diferenciar entre electores hábiles (22,901,954), electores que sufragaron o votos emitidos (18,734,130), y electores que sufragaron correctamente o votos válidos (15,340,143).
[6] Pedro Pablo Kuczynski, es un economista relacionado internacionalmente, y con cierto acercamiento a los organismos económicos internacionales. Conjuntamente con John Williamson, es un defensor acérrimo del libre mercado como doctrina para administrar la economía de los estados.
[7] Parafraseando a Luis Alberto Sánchez.